Todos hemos tenido abuelos en algún momento. Algunas personas, muy afortunadas, han podido disfrutarlos en vida. Mi abuela Conchi (María Concepción López Gil) falleció el día Viernes 28 de Enero de 2022 a los 81 años de edad.
Los abuelos tienen mucho que enseñarnos. Han vivido una realidad muy distinta a la nuestra y han visto cambiar el mundo repetidas veces. Normalmente los aprendizajes que nos trasmiten se suelen quedar en la familia. Mi abuela ha dejado una huella tan profunda en mi vida que me gustaría compartir algunas de sus enseñanzas.
Abuela: espero hacer justicia al legado que dejas detrás de ti. Siempre serás una fuente infinita de inspiración para mí.
1. CUIDARSE AYUDA A LOS DEMÁS
Una de las características más sorprendentes de Conchita era la vitalidad y la energía positiva que siempre desprendía. Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi abuela andando en bici, dando largos paseos por la pradera, nadando en la piscina o haciendo gimnasia en el mar. Cuando no estaba haciendo ejercicio, la encontrabas leyendo, tejiendo o regando el jardín. Cuidaba mucho su alimentación y dormía profundamente.
Ejercitó su cuerpo y su mente cada día de su vida, y sobretodo, nunca perdió la sonrisa. Era un verdadero placer compartir tiempo con ella. Cuando dedicamos tiempo y atención a nuestro bienestar, elevamos nuestros niveles de energía y nuestro aura. Las personas de nuestro entorno perciben esta energía positiva y se sienten atraídas por ella.
Hacer ejercicio mejora considerablemente el estado de ánimo. Nuestro cuerpo segrega una serie de hormonas llamadas las hormonas de la felicidad como la endorfina, la serotonina, la dopamina y la oxitocina. Esto hace que nos sintamos motivados, llenos de vitalidad y positivismo hacia los demás.
La alimentación también influye enormemente en nuestro estado anímico. Por ejemplo, los alimentos ricos en triptófano aumentan los niveles de serotonina en nuestro cuerpo y esto hace que nos sintamos mejor. Por otro lado, el exceso de azúcares refinados y alimentos procesados que contienen grasas transgénicas pueden producir inflamación, alterar el sistema inmunológico y provocar síntomas de depresión.
Por último, un buen descanso es necesario para rendir al máximo al día siguiente. La falta de sueño ocasiona estrés, falta de energía y nos lleva a estar de mal humor.
Todos queremos vivir en un entorno positivo, ya sea familiar, social o laboral. Si hacemos ejercicio, llevamos una alimentación equilibrada, y dormimos adecuadamente, tendremos energía suficiente para disfrutar cada día plenamente e irradiar de energía positiva a todas las personas que tengamos cerca.
2. RIEGA TU JARDÍN
“El que siembra, recoge” decía Conchita.
Mi abuela adoraba el jardín. Sembraba bulbos provenientes de lugares exóticos, rosas, tulipanes, orquídeas… El jardín estaba siempre resplandeciente. Cuidaba cada rincón con delicadeza y con diligencia. El mismo amor y cuidado que siempre tuvo con el jardín, también lo tuvo con su gente cercana. Sembró semillas de amor en muchísimas personas que hoy recuerdan su sonrisa como un Sol que calienta el alma.
Si no riegas una planta, al cabo de un tiempo se marchita y se termina muriendo. Algunas flores requieren un poco de agua todos los días, hay plantas que necesitan agua tres veces por semana, y hay árboles, con raíces fuertes, que puedes regar una vez cada quince días. Lo mismo pasa con las relaciones. Uno debe cuidar a su gente cercana como si fueran todos parte de su Jardín. Cómo decía mi abuela: “Haz feliz a los demás y serás feliz tú mismo”.
Todos tenemos a gente en nuestro entorno que nos quiere y que nos aprecia. Y, aunque no lo expresen a diario, están ahí, esperando a que los reguemos con nuestro amor.
3. ADAPTARSE A CUALQUIER SITUACIÓN
Cuando mis abuelos estaban recién casados, mi abuelo Félix trabajaba como aparejador y era muy exitoso. Vivían en una casa muy acomodada y tenían un buen nivel de vida. Un día, mi abuelo decidió que la arquitectura no era su camino y quiso empezar en el mundo del arte como anticuario. Esto suponía vender su casa, empezar la tienda de antigüedades con los muebles que tenían y pasar de vivir en una casa muy amplia, a vivir en un espacio muy humilde. Cuando Félix consultó la decisión con su mujer, ella no puso resistencia alguna. Siempre apoyó la decisión de mi abuelo. Conchita entendía que todo en esta vida es transitorio, y vivía tranquila sabiendo que había días buenos, y también había días menos buenos. Saber adaptarnos a cualquier situación es una cualidad muy valiosa. Si aprendemos a ver el vaso medio lleno y abordamos el cambio desde un enfoque positivo, podremos estar firmes cuando el viento sople en contra.
Otro de los superpoderes de mi abuela era su capacidad para afrontar los momentos difíciles desde la calma y la tranquilidad. Cuando surgía un problema que no tenía solución, Conchita no le dedicaba ni un minuto a lamentarse. Sencillamente, sonreía, decía alguna frase como: “No te preocupes, mañana será otro día” y cambiaba de tema.
No podemos evitar las malas noticias o los imprevistos, es parte de la vida. Lo difícil es saber reaccionar adecuadamente ante este tipo de situaciones. Si en ese momento no hay nada que podamos hacer al respecto, de nada sirve darle más vueltas. Lo mejor que podemos hacer es pasar de página, poner nuestra atención en cualquier actividad que mantenga la mente ocupada, como hacer ejercicio, ver una película o leer un libro, y olvidarnos del problema.
Nada en la vida es permanente, y por muy dura que sea la tormenta, al final, siempre sale el sol.
4. SI NO VAS A DECIR ALGO BONITO, MEJOR NO DIGAS NADA
Esta es sin lugar a dudas la cualidad que más admiro de mi abuela.
Cuando era pequeño y me enfadaba con otra persona, mi abuela siempre me decía: “Trata a los demás como quieres ser tratado”. Esta frase se conoce como “la ley de oro” y Conchita la repetía frecuentemente. Desde la tranquilidad, me decía que la otra persona no tenía la intención de molestarme, y si sí la tenía, pobrecita… pues no conocía la ley de oro.
Aunque parezca mentira, no recuerdo haber visto a mi abuela enfadada o de mal humor. Había días que podía estar más callada o más seria, pero nunca ponía una mala cara o te hablaba mal. Una de las cualidades más elevadas que podemos desarrollar como seres humanos es la compasión. La compasión requiere que nos desprendamos de nuestro ego y perdonemos cualquier ataque o insulto hacia nosotros.
A nadie le gusta que le hablen mal. Cuando una persona nos falta al respeto, es normal molestarse por ello. Pero si contestamos de la misma forma, estaremos empezando un conflicto que nos podríamos haber ahorrado.
Si, por el contrario, somos capaces de respirar profundamente y tragarnos esa contestación, no solo estaremos evitando la disputa, sino que además, la otra persona, que seguramente esperaba una contestación agresiva, quedará tan sorprendida por tu respuesta que no sabrá que más decirte.
Requiere mucho trabajo personal llegar a este punto, pero si hacemos un esfuerzo por practicarlo estaremos ahorrándonos muchos dolores de cabeza innecesarios.
5. LA NATURALEZA TE MANTIENE EN EL MOMENTO PRESENTE
Puedo afirmar con total convicción que mi abuela vivía en el momento presente. Siempre que podía estaba inmersa en la naturaleza. Desde regar el jardín, pasear por la pradera o nadar en el mar, pasaba largas horas conectada con los elementos. Su estado de presencia era total.
Los que vivimos en una ciudad nos olvidamos de la importancia de estar en contacto con la naturaleza, y muchas veces esto nos desconecta del presente. Cuando paseamos por el parque, entramos en un bosque o nadamos en el mar, todo lo que nos rodea sucede aquí y ahora: El cantar de los pájaros, el sonido del viento, el movimiento incesante de las olas… Hasta los perros nos recuerdan la importancia de estar presentes.
Vivimos en un planeta maravilloso y lleno de vida. Desafortunadamente, la cantidad de ruido y de información negativa que recibimos todos los días nos desconecta de nuestra verdadera esencia. Pasar unos minutos al día en contacto con la naturaleza nos ayuda a recordar nuestro origen. Nos ayuda a estar presentes y apreciar la suerte que tenemos de estar vivos.
Mi abuela Conchi y yo en Menorca, 1993
Mi abuela cuidó su cuerpo y su mente; llenó de luz y energía positiva a todas las personas que compartieron su camino; supo hacer frente a la adversidad con una sonrisa y entendió que el regalo de la vida se disfruta a cada instante.